viernes, 25 de marzo de 2016

¿HUELES A CARNE?

Si alguna vez has leído la Biblia o escuchado algunos de sus maravillosos hechos, te preguntare si ¿has oído hablar de Daniel?...Daniel fue un hombre muy osado y atrevido, obediente a Dios, tan obediente que los que estaban en contra de su palabra enviaron a matarle, ya que en este hombre había un espíritu diferente, era fiel y muy integro, el rey tenía sus ojos puestos en Daniel para ponerlo como el gobernador principal del reino ya que confiaba ciegamente en él. Pero la envidia y corrupción no se hace esperar en este capítulo 6 del libro de Daniel (te invito a que lo leas, es muy interesante).

Los demás gobernadores que estaban en contra de lo que el rey quería hacer con Daniel, logran que se autorice un decreto para que no se adore a ningún dios sin autorización del rey (que para la época habían muchísimos dioses falsos), obviamente Daniel servía a Dios con fervor, tres veces al día le oraba y se postraba delante de su presencia, y estos soplones abusivos fueron y le contaron al rey lo que Daniel hacia fuera de la ley. ¡Imagínate! te envían al foso de los leones hambrientos por adorar y orar a Dios. ¡Qué cosa!...pero aunque el rey tenía en alta estima a Daniel, no pudo hacer nada, la ley ya estaba dictada y había que cumplirla sin importar quien fuera. Las últimas palabras del rey a Daniel fueron: “Espero que el Dios a quien tu sirves te libre de esto”. Pero Daniel sabía muy bien a quien servía, no era cualquier dios, era el Señor Dios a quien servía y confiaba en Él.

Así fue, Daniel fue echado a los leones. Al día siguiente el rey bajo de su palacio muy temprano al foso y le pregunto a Daniel con voz quebrantada: “Daniel, siervo de Dios, ¿tu Señor te libro de los leones?- Se escucha en el fondo del foso: Oh rey, mi Señor envió su Ángel y cerro la boca de los leones. Muy contento el rey envío a sacarle y ordeno fueran echados al foso los hombres que acusaron a Daniel junto a sus hijos y esposas. Un final no muy conmovedor que digamos.

Lo que quiero compartirte en esta oportunidad es que Daniel era un hombre temeroso de Dios que adoraba y oraba sin importar el tiempo o la ocasión, la intimidad y relación que tengamos con Dios nos va a llevar a que tengamos un perfume especial sobre nosotros llamado santidad, Daniel salió ileso porque para los leones él no olía a carne, no era presa, era indetectable para ellos. Solo era un hijo de Dios en medio de fieras hambrientas que no veían alimento delante de ellas sino un compañero de celda que paso la noche allí.

¡Apártate del pecado! y deja de hacer lo malo. El pecado y las ambiciones almáticas te llevan a que huelas a carne, no te lo recomiendo mucho porque aunque seas una persona justa e integra no sabrás en que momento hayan soplones y abusivos en tu vida que quieran echarte al foso de los leones, en ese momento solo importara algo, allí en la soledad con las fieras hambrientas, lo único que pasara por tu mente es si hueles a carne para ser devorado o hueles a santidad para salir de esa situación sin un rasguño dando Gloria y Gracias a Dios…algo te aseguro, el Señor te hará justicia y tus enemigos en contra de la voluntad de Dios si conocerán los leones hambrientos.
Y tu… ¿Hueles a carne? Romanos 8:6-11

Miguel Gutiérrez



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